A partir de ahora no hay
balompié en Puerto Rico,
ya hay fútbol puertorriqueño
Presentación
del libro Fútbol Puertorriqueño tomo III
Maximiliano
Dueñas Guzmán
27 de abril
de 2018
Ese ahora en el título
lo marca la publicación del tercer tomo de Fútbol
Puertorriqueño crónica de alegrías, sueños y desencantos. Y es que, con la
publicación de este tercer tomo, tenemos una historia de nuestro fútbol en el
siglo XX. Antes, cuando no teníamos esa historia, había cierta
justificación—aunque colonial—para hablar del balompíe en Puerto Rico, pues la
Real Académica de la Lengua describe ese término como un calco de la palabra en
inglés. Y una copia de algo, puede ser buena o mala, pero nunca es original.
Con la publicación de este tercer tomo tenemos, entonces, nuestra propia,
singular, peculiar, individual e inconfundible historia del fútbol que se ha
jugado en Puerto Rico. Ahora sí, en el campo de las historias nacionales del
fútbol, podemos jugar en la cancha de cualquiera. Ahora sí, podemos invocar a Hostos para decir
amamos el fútbol puertorriqueño como punto de partida para confraternizar con
los fanáticos de equipos en otros países y para apasionarnos con la historia
del fútbol en otras latitudes.
No obstante, aquilatar
la aportación de este texto a la historia del fútbol puertorriqueño, requiere
no sólo hacer referencia a los primeros dos tomos, sino también a los otros 6
libros que Luis Reinaldo Álvarez Vázquez ha escrito o coescrito sobre el fútbol
en nuestras 100 por 35 millas: El fútbol
nos cayó del cielo; Historia iconográfica del fútbol puertorriqueño; Un
futbolista de todos los tiempos; Grandes figuras del fútbol puertorriqueño;
Política, migración y fútbol en la Antillas Hispanas; y Equipos históricos del
fútbol puertorriqueño. El tomo III de Fútbol
Puertorriqueño crónica de alegrías, sueños y desencantos cubre el periodo
1971 a 2000; el II cubre 1950 al 1970 y el I cubre desde el 1904 hasta el 1949.
Ese primer tomo cubre lo que el autor
llama la fundación de unos débiles cimientos. El segundo tomo aborda un precario
fortalecimiento de esos cimientos y por ende un zigzag de alegrías y desencantos.
El tercer tomo, el que se reseña en esta
actividad, cubre, lo que Luis Reinaldo Álvarez Vázquez caracteriza como el
periodo en que “se terminó de forjar la leyenda más admirada que el fútbol
boricua reconoce: la historia de Juan Saso Tulier y la progresiva
institucionalización del aparato organizativo y regulador de la práctica del
fútbol en la Isla” (p. 14).
Evaluado desde la perspectiva de los otros 8
textos del autor sobre la historia del fútbol puertorriqueño, este tercer tomo representa
el colofón de un esfuerzo por lograr tres objetivos entrelazados,
interrelacionados: primero, desenterrar y documentar nombres, fechas e imágenes
fotográficas de cada juego, jugador, árbitro,
equipo, funcionario e institución, que construyó el fútbol puertorriqueño del
siglo XX; segundo, vincular esa
construcción con los contextos políticos, económicos y culturales que
enmarcaron nuestra historia durante esos cien años, particularmente con los
empeños de cohesionar una identidad nacional en contrapelo a los cinco siglos
de yugo colonial; y tercero, aportar a la joven disciplina de la historia del
deporte.
Al leer este tercer tomo de la historia del fútbol
puertorriqueño es casi imposible evitar la tentación de rastrear las alegrías,
sueños y desencantos (palabras que conforman el subtítulo del libro) del fútbol
puertorriqueño en el siglo XX. No
pretendo aquí presentarles un rastreo detallado. Sólo identificaré algunos de
los logros, utopías y pesadillas con el propósito de incentivarlos a leer el
libro para que hagan sus propios inventarios, más minuciosos que el que aquí
les ofrezco.
Algunas de las alegrías en este tercer tomo
incluyen, según el autor: el fortalecimiento de esfuerzos por integrar a
preadolescentes, personas de la tercera edad y mujeres en el fútbol
institucional; el inicio en el 1975 de transmisiones por televisión de juegos
de fútbol puertorriqueño; la integración de la enseñanza y práctica del fútbol
en currículos escolares y universitarios; la visita de Pelé a la isla y su
participación en un juego contra locales en el 1975; la celebración de la Copa
Simón Bolívar, un encuentro entre equipos sudamericanos y locales; los éxitos
de futbolistas del patio en la diáspora en Estados Unidos y en el fútbol
profesional en Europa; la participación del país en las nuevas modalidades del
deporte—fútbol sala y fútbol de playa; los triunfos de equipos locales frente a
equipos visitantes de otros países; en algunos casos representantes de culturas
nacionales con fuerte raigambre futbolístico como España, Brasil, Perú y
Argentina; en otros casos con países con culturas futbolísticas mas comparables
a la nuestra como República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Bahamas,
San Martín, Haití; y selección de nuestros oficiales del fútbol organizado, tal
como Roberto Monroig, para participar en directivas de organizaciones
internacionales del fútbol.
Pero para que estos logros que Luis Reinaldo
Álvarez Vázquez ha identificado tengan valor concreto, había que detallar el
quién, cómo y cuándo cotidiano del fútbol puertorriqueño en las últimas tres
décadas del siglo pasado. Y es aquí donde el libro adquiere un jubiloso valor:
el grueso de cada capítulo está dedicado a los detalles—nombres, fechas,
resultados—de los juegos organizados. Además, los ocho apéndices recogen los
nombres y datos de los equipos del fútbol superior, los jugadores por equipo,
campeones de liga, jugadores de selecciones, partidos de selecciones y los
nombres de los 100 futbolistas que lograron la mayor cantidad de goles durante
el periodo bajo estudio.
Si el primer objetivo del autor era desafiante por
la vastedad de datos a recopilar, el segundo objetivo—el de trazar hilos entre
la evolución del fútbol puertorriqueño y la mutabilidad de nuestra identidad
nacional—lo opaca en dificultad por la complejidad del tema. El mismo autor
identifica esta complejidad cuando nos dice: “Reconozco que cubrí muy
someramente algunos aspectos de la relación fútbol-política-identidad con la
idea en mente de promover el interés por una investigación más profunda y
abarcadora que dé cuenta de la relación fútbol-política y fútbol-identidad en
nuestro país” (p. 422). Difiero del autor en cuanto a la cantidad de
investigaciones. No creo que una investigación adicional de abasto. Creo que el
grado de complejidad del tema requiere de varias investigaciones. A modo de
ejemplo, una de las dimensiones a explorar es ¿qué valores promueve el deporte?
y el fútbol como deporte, ¿promueve algunos valores en particular? El autor
cita a Gramsci a los efectos de que el fútbol promueve valores individualistas,
de competencia y de conflicto. Sin embargo, muchos de los hallazgos de la
investigación de los tres tomos de la historia del fútbol puertorriqueño
desmienten esta aseveración. En forma similar a otros deportes, aunque en menor
grado, el fútbol puertorriqueño en el siglo XX ha contribuido a fortalecer
sentimientos de cultura propia o de colectividad puertorriqueña.
En cuanto a los desencantos del fútbol
puertorriqueño, Luis Reinaldo Álvarez nos identifica una cantidad considerable:
la mezquindad intelectual y moral, tanto de lideres políticos como de
directores de organismos oficiales han creado muchos obstáculos a la consolidación
organizativa y a la masificación del deporte en nuestra isla. Como ejemplos de
esto, el autor nos presenta el intento ilegal de desbancar al presidente de la
Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPT) a finales de la década del 70 y la
expulsión de la FPT del Comité Olímpico de Puerto Rico a principios de la
década del 90. También nos identifica múltiples instancias de los dos polos
típicos del quehacer gubernamental con el fútbol: abandono o intrusión político
partidista. Así las cosas, el autor señala que, para
mediados de la década del 80, la continua politización del fútbol boricua lo
condujo “a una de sus más profundas crisis" (p. 206).
En cuanto a los sueños en la crónica del fútbol
boricua a fines del siglo XX, el autor nos presenta el avance del país en la
clasificación de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA). En
reconocimiento de sus logros en varios encuentros internacionales a mediados de
la década del 90, el equipo nacional boricua ascendió a 101 entre los 182 países
representados en esa federación. Esto en conjunto con la aceptación de los
Puerto Rico Islanders en la Liga Interregional Estadounidense animó a los que
por años habían soñado con la llegada del fútbol profesional a la Isla. Claro
está que, entre estos soñadores se encontraba el autor de libro, tal y como él
no los confiesa en la página 355. Pero
era evidente que estos sueños de fútbol profesional se alimentaban más que todo
por el avance en la institucionalización del deporte en nuestra cultura
cotidiana: más y mejores equipos en diferentes niveles y en diferentes regiones
de la Isla se añadían al placer de patear la bola, evento que lleva al autor a
cerrar su resumen del periodo 1984 a 1986 con una proyección optimista: “Una
época de estabilidad y desarrollo sostenido en nuestro fútbol auguraba mejores
tiempos para dicho deporte” (p. 229).
Como toda buena investigación la que encarna este
tercer tomo de Fútbol Puertorriqueño
crónica de alegrías, sueños y desencantos, nos invita o convoca a pensar en
futuras exploraciones o temas para auscultar. Para mi, el primero que esta
investigación señala es uno que ya el autor ha atendido en parte en su libro
sobre el fútbol en las tres Antillas hispanoparlantes, Cuba, República
Dominicana y Puerto Rico. Pero el tema que veo perfilado en varios datos del
actual estudio es el del fútbol como fenómeno cultural, empresarial y político
en el contexto caribeño. Así me lo sugiere, la cantidad de menciones de
encuentros futbolísticos entre Puerto Rico y los países caribeños de habla francesa, inglesa, creole
y holandesa —Haití, Jamaica, Surinam, Bahamas, entre otros. Este tema, claro
está, tiene mucha correspondencia con el de identidad cultural y fútbol en el
contexto propio de Puerto Rico. Otro tema que también aclama ser explorado es
la relación entre el fútbol como entretenimiento o deporte y el fútbol como
negocio, tanto en el plano de su historia nacional como internacional. En el
contexto de este, también veo varios señalamientos en el texto de Luis Reinaldo
Álvarez Vázquez que incitan a la investigación de la relación entre medios de
comunicación y el desarrollo o falta de del fútbol en Puerto Rico.
En conclusión, falta mucho por hacer. Ciertamente
en lo que trata de fútbol, continuamos con nuestras alegrías, sueños y
desencantos. Pero todo esto ya en nuestra propia cancha porque gracias en gran
parte al esfuerzo del autor ya es irrebatible que tenemos una historia centenaria
de fútbol puertorriqueño.
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