domingo, 6 de mayo de 2018

A partir de ahora no hay balompié en Puerto Rico, ya hay fútbol puertorriqueño


A partir de ahora no hay balompié en Puerto Rico,
ya hay fútbol puertorriqueño

Presentación del libro Fútbol Puertorriqueño tomo III
Maximiliano Dueñas Guzmán
27 de abril de 2018

               Ese ahora en el título lo marca la publicación del tercer tomo de Fútbol Puertorriqueño crónica de alegrías, sueños y desencantos. Y es que, con la publicación de este tercer tomo, tenemos una historia de nuestro fútbol en el siglo XX. Antes, cuando no teníamos esa historia, había cierta justificación—aunque colonial—para hablar del balompíe en Puerto Rico, pues la Real Académica de la Lengua describe ese término como un calco de la palabra en inglés. Y una copia de algo, puede ser buena o mala, pero nunca es original. Con la publicación de este tercer tomo tenemos, entonces, nuestra propia, singular, peculiar, individual e inconfundible historia del fútbol que se ha jugado en Puerto Rico. Ahora sí, en el campo de las historias nacionales del fútbol, podemos jugar en la cancha de cualquiera.  Ahora sí, podemos invocar a Hostos para decir amamos el fútbol puertorriqueño como punto de partida para confraternizar con los fanáticos de equipos en otros países y para apasionarnos con la historia del fútbol en otras latitudes.
               No obstante, aquilatar la aportación de este texto a la historia del fútbol puertorriqueño, requiere no sólo hacer referencia a los primeros dos tomos, sino también a los otros 6 libros que Luis Reinaldo Álvarez Vázquez ha escrito o coescrito sobre el fútbol en nuestras 100 por 35 millas: El fútbol nos cayó del cielo; Historia iconográfica del fútbol puertorriqueño; Un futbolista de todos los tiempos; Grandes figuras del fútbol puertorriqueño; Política, migración y fútbol en la Antillas Hispanas; y Equipos históricos del fútbol puertorriqueño. El tomo III de Fútbol Puertorriqueño crónica de alegrías, sueños y desencantos cubre el periodo 1971 a 2000; el II cubre 1950 al 1970 y el I cubre desde el 1904 hasta el 1949.  Ese primer tomo cubre lo que el autor llama la fundación de unos débiles cimientos. El segundo tomo aborda un precario fortalecimiento de esos cimientos y por ende un zigzag de alegrías y desencantos.  El tercer tomo, el que se reseña en esta actividad, cubre, lo que Luis Reinaldo Álvarez Vázquez caracteriza como el periodo en que “se terminó de forjar la leyenda más admirada que el fútbol boricua reconoce: la historia de Juan Saso Tulier y la progresiva institucionalización del aparato organizativo y regulador de la práctica del fútbol en la Isla” (p. 14).  
Evaluado desde la perspectiva de los otros 8 textos del autor sobre la historia del fútbol puertorriqueño, este tercer tomo representa el colofón de un esfuerzo por lograr tres objetivos entrelazados, interrelacionados: primero, desenterrar y documentar nombres, fechas e imágenes fotográficas de  cada juego, jugador, árbitro,  equipo, funcionario e institución,  que construyó el fútbol puertorriqueño del siglo XX;  segundo, vincular esa construcción con los contextos políticos, económicos y culturales que enmarcaron nuestra historia durante esos cien años, particularmente con los empeños de cohesionar una identidad nacional en contrapelo a los cinco siglos de yugo colonial; y tercero, aportar a la joven disciplina de la historia del deporte. 
Al leer este tercer tomo de la historia del fútbol puertorriqueño es casi imposible evitar la tentación de rastrear las alegrías, sueños y desencantos (palabras que conforman el subtítulo del libro) del fútbol puertorriqueño en el siglo XX.  No pretendo aquí presentarles un rastreo detallado. Sólo identificaré algunos de los logros, utopías y pesadillas con el propósito de incentivarlos a leer el libro para que hagan sus propios inventarios, más minuciosos que el que aquí les ofrezco.  
Algunas de las alegrías en este tercer tomo incluyen, según el autor: el fortalecimiento de esfuerzos por integrar a preadolescentes, personas de la tercera edad y mujeres en el fútbol institucional; el inicio en el 1975 de transmisiones por televisión de juegos de fútbol puertorriqueño; la integración de la enseñanza y práctica del fútbol en currículos escolares y universitarios; la visita de Pelé a la isla y su participación en un juego contra locales en el 1975; la celebración de la Copa Simón Bolívar, un encuentro entre equipos sudamericanos y locales; los éxitos de futbolistas del patio en la diáspora en Estados Unidos y en el fútbol profesional en Europa; la participación del país en las nuevas modalidades del deporte—fútbol sala y fútbol de playa; los triunfos de equipos locales frente a equipos visitantes de otros países; en algunos casos representantes de culturas nacionales con fuerte raigambre futbolístico como España, Brasil, Perú y Argentina; en otros casos con países con culturas futbolísticas mas comparables a la nuestra como República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Bahamas, San Martín, Haití; y selección de nuestros oficiales del fútbol organizado, tal como Roberto Monroig, para participar en directivas de organizaciones internacionales del fútbol.
Pero para que estos logros que Luis Reinaldo Álvarez Vázquez ha identificado tengan valor concreto, había que detallar el quién, cómo y cuándo cotidiano del fútbol puertorriqueño en las últimas tres décadas del siglo pasado. Y es aquí donde el libro adquiere un jubiloso valor: el grueso de cada capítulo está dedicado a los detalles—nombres, fechas, resultados—de los juegos organizados. Además, los ocho apéndices recogen los nombres y datos de los equipos del fútbol superior, los jugadores por equipo, campeones de liga, jugadores de selecciones, partidos de selecciones y los nombres de los 100 futbolistas que lograron la mayor cantidad de goles durante el periodo bajo estudio.
Si el primer objetivo del autor era desafiante por la vastedad de datos a recopilar, el segundo objetivo—el de trazar hilos entre la evolución del fútbol puertorriqueño y la mutabilidad de nuestra identidad nacional—lo opaca en dificultad por la complejidad del tema. El mismo autor identifica esta complejidad cuando nos dice: “Reconozco que cubrí muy someramente algunos aspectos de la relación fútbol-política-identidad con la idea en mente de promover el interés por una investigación más profunda y abarcadora que dé cuenta de la relación fútbol-política y fútbol-identidad en nuestro país” (p. 422). Difiero del autor en cuanto a la cantidad de investigaciones. No creo que una investigación adicional de abasto. Creo que el grado de complejidad del tema requiere de varias investigaciones. A modo de ejemplo, una de las dimensiones a explorar es ¿qué valores promueve el deporte? y el fútbol como deporte, ¿promueve algunos valores en particular? El autor cita a Gramsci a los efectos de que el fútbol promueve valores individualistas, de competencia y de conflicto. Sin embargo, muchos de los hallazgos de la investigación de los tres tomos de la historia del fútbol puertorriqueño desmienten esta aseveración. En forma similar a otros deportes, aunque en menor grado, el fútbol puertorriqueño en el siglo XX ha contribuido a fortalecer sentimientos de cultura propia o de colectividad puertorriqueña.
En cuanto a los desencantos del fútbol puertorriqueño, Luis Reinaldo Álvarez nos identifica una cantidad considerable: la mezquindad intelectual y moral, tanto de lideres políticos como de directores de organismos oficiales han creado muchos obstáculos a la consolidación organizativa y a la masificación del deporte en nuestra isla. Como ejemplos de esto, el autor nos presenta el intento ilegal de desbancar al presidente de la Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPT) a finales de la década del 70 y la expulsión de la FPT del Comité Olímpico de Puerto Rico a principios de la década del 90. También nos identifica múltiples instancias de los dos polos típicos del quehacer gubernamental con el fútbol: abandono o intrusión político partidista.    Así las cosas, el autor señala que, para mediados de la década del 80, la continua politización del fútbol boricua lo condujo “a una de sus más profundas crisis" (p. 206). 
En cuanto a los sueños en la crónica del fútbol boricua a fines del siglo XX, el autor nos presenta el avance del país en la clasificación de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA). En reconocimiento de sus logros en varios encuentros internacionales a mediados de la década del 90, el equipo nacional boricua ascendió a 101 entre los 182 países representados en esa federación. Esto en conjunto con la aceptación de los Puerto Rico Islanders en la Liga Interregional Estadounidense animó a los que por años habían soñado con la llegada del fútbol profesional a la Isla. Claro está que, entre estos soñadores se encontraba el autor de libro, tal y como él no los confiesa en la página 355.  Pero era evidente que estos sueños de fútbol profesional se alimentaban más que todo por el avance en la institucionalización del deporte en nuestra cultura cotidiana: más y mejores equipos en diferentes niveles y en diferentes regiones de la Isla se añadían al placer de patear la bola, evento que lleva al autor a cerrar su resumen del periodo 1984 a 1986 con una proyección optimista: “Una época de estabilidad y desarrollo sostenido en nuestro fútbol auguraba mejores tiempos para dicho deporte” (p. 229).
Como toda buena investigación la que encarna este tercer tomo de Fútbol Puertorriqueño crónica de alegrías, sueños y desencantos, nos invita o convoca a pensar en futuras exploraciones o temas para auscultar. Para mi, el primero que esta investigación señala es uno que ya el autor ha atendido en parte en su libro sobre el fútbol en las tres Antillas hispanoparlantes, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Pero el tema que veo perfilado en varios datos del actual estudio es el del fútbol como fenómeno cultural, empresarial y político en el contexto caribeño. Así me lo sugiere, la cantidad de menciones de encuentros futbolísticos entre Puerto Rico y los países  caribeños de habla francesa, inglesa, creole y holandesa —Haití, Jamaica, Surinam, Bahamas, entre otros. Este tema, claro está, tiene mucha correspondencia con el de identidad cultural y fútbol en el contexto propio de Puerto Rico. Otro tema que también aclama ser explorado es la relación entre el fútbol como entretenimiento o deporte y el fútbol como negocio, tanto en el plano de su historia nacional como internacional. En el contexto de este, también veo varios señalamientos en el texto de Luis Reinaldo Álvarez Vázquez que incitan a la investigación de la relación entre medios de comunicación y el desarrollo o falta de del fútbol en Puerto Rico.
En conclusión, falta mucho por hacer. Ciertamente en lo que trata de fútbol, continuamos con nuestras alegrías, sueños y desencantos. Pero todo esto ya en nuestra propia cancha porque gracias en gran parte al esfuerzo del autor ya es irrebatible que tenemos una historia centenaria de fútbol puertorriqueño.

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