Profesor Luis R. Alvarez Vázquez, historiador del fútbol de Puerto Rico, Presidente de la Galerìa de Inmortales del Fútbol Puertorriqueño con sede en el Museo del Deporte de Puerto Rico en Guaynabo.
En Puerto Rico, el fútbol aficionado
aparece temprano en los comienzos del siglo XX. Desde su origen como deporte,
en 1911, el fútbol en Puerto Rico quedó adscrito como un componente fundamental
de nuestra sociabilidad. El fútbol fue para esos primeros años un evento social
con gran capacidad de convoca-toria para la sociedad sanjuanera que se reunía,
todos los domingos en el campo de El Morro, para disfrutar del juego de la
semana. Aunque ya para el 1904 se celebraban algunos partidos de exhibición
entre equipos de marinos de los barcos extranjeros de visita en el Puerto de
San Juan, no es hasta febrero de 1911 cuando se organiza el Comercio Sporting
Club, creado para la promoción de la práctica del fútbol y de otros deportes.
El
fútbol puertorriqueño surje en medio de una violenta campaña de americanización
de todas las instituciones de nuestro país. Son los años de gobierno militar,
seguido por administraciones civiles bajo la Ley Foraker y la Ley Jones. En
efecto, el primer campeonato oficial del país disputado por los equipos Minerva
F.C. y el Mercurio F.C., se jugó en 1911 con ese trasfondo sociopolítico. Ambos
equipos estaban formados por jugadores españoles miembros del Comercio Sporting
Club.
Parte II. Los jugadores de esa época se agruparon en clubes deportivos, constituyendo organizaciones sociales análogas a otras de carácter cultural, sindical o nacional. Estos clubes surgieron de grupos pertenecientes a la clase media y a la pequeña burguesía que se organizaron para la práctica de varios deportes, siendo el fútbol el más popular para la época. Así surgieron el Comercio Sporting Club, San Juan Sporting Club, Ponce Sporting Club, España F.C. y el Arecibo Sporting Club, realizando una serie de encuentros entre los mismos. Los partidos se concertaban entre clubes por mediación de retos lanzados por carta, por publicaciones en los periódicos o por contacto directo entre los entrenadores y capitanes de los equipos.
El proceso de identificación con los clubes convirtió e...l juego en pasión, llenando el campo de El Morro (1911-1914), campo de Puerta de Tierra (1915-1924) y un poco más tarde el campo del Auxilio Mutuo (1925-1931) de verdaderos, y a veces violentos, “hinchas”.
Según Carlos Ossandon en su libro Reflexiones sobre la Cultura Popular (1985) “la ida al fútbol se transforma así en una vivencia cultural ‘sui generis’, masiva, donde los asistentes recobran momentáneamente una identidad perdida o negada, renaciendo incluso determinados aspectos de una memoria histórica reciente (para nadie es un misterio el origen político de muchos de los gritos que se escuchan en el estadio)”.
A diferencia de América Latina, esa vivencia cultural fue compartida por las mujeres del país, que se integraron como hinchas desde los primeros partidos en El Morro. La cantidad de féminas en los alrededores del campo competía con la de los hinchas varones.
Parte III. Para la década del 20, el fútbol puertorriqueño al igual que el fútbol mundial, continuaba generando grandes pasiones que frecuentemente culminaban en actos de violencia, dentro y fuera del campo. La proximidad de los fanáticos a las líneas de demarcación del campo, ya que presenciaban los partidos parados a lo largo y ancho del terreno, generaba frecuentes encontronazos entre fanáticos y jugadores, unidos estos a los ya existentes entre jugadores y entre jugadores y árbitros. En el periódico La Democracia del 17 de julio de 1928, se censuró vehementemente un motín ocurrido entre jugadores y fanáticos en un partido entre los tradicionales rivales del fútbol de la época: el Real San Juan y el España.
El fútbol puertorriqueño fue un fútbol de foráneos, quienes, provenientes de... España y de América Latina, coparon los espacios en los equipos locales. Hasta la década del 50, el fútbol puertorriqueño fue un deporte para extranjeros, buenos, regulares y malos. Estos ocuparon las posiciones más importantes en la cancha: dueños, entrenadores, porteros, volantes creativos y goleadores. Como resultado de lo antes expuesto, la Selección Nacional tardó mucho en concretarse y aunque el primer partido de una Selección (Selección mixta entre criollos y españoles) se remonta al 1929, no es hasta los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1946, en Barranquilla, Colombia, cuando una selección netamente puertorriqueña participa en una competencia de ese nivel. Los resultados obtenidos fueron un verdadero desastre perdiendo con Costa Rica 12-0, con Panamá 12-1, con Curazao 14-0 y con Colombia 4-1. Fueron años de búsqueda de resultados significativos y por hallar en la Selección un referente de identidad futbolística única.
Parte IV. En conclusión, el enfrentamiento
simbólico y aun la violencia física, en las primeras décadas del fútbol
puertorriqueño, descansaba mucho más sobre el entramado sociopolítico que sobre
la efervescencia natural que posee el deporte rey. Esa violencia podría ser un
producto del vacío de sentido de vida en una colonia sometida a un forzado
proceso de americanización y a la promoción de nuevos modelos individualistas y
hedonistas en la emergente nueva sociedad. Así que el Real San Juan, el España
y los Celtics fueron gestores de un referente de identidades de nacionalidad de
los grupos culturales (criollos, españoles y norteamericanos) representados por
esos equipos. Esto fue así por lo menos hasta la década del 40, cuando los
referentes de identidad nacional comenzaron a ser desplazados por referentes
regionales. En otras palabras, el referente de identidad nacional comenzaba a
ser sustituido por uno de pertenencia a grupos identificados con un área o
región específica. Es pertinente señalar que la región es una comunidad
imaginada e imaginaria como lo es la nación, aunque la cuestión regional no
provocó el fortalecimiento de la incipiente conciencia nacional puertorriqueña,
sino más bien la debilitó dando lugar al nacimiento de lealtades por regiones geográficas:
San Juan, Río Piedras, Hato Rey, Arecibo, Ponce, etc.
El fútbol de esos años constituyó un
espacio donde los grupos rivales compitieron por prestigio y honor como una
práctica de carácter lúdico exclusivamente, alejada de la comercialización de
hoy día. Así se mantuvo hasta el presente siglo, donde todo apunta a su
creciente profesionalización y comercialización. Por consiguiente, el fútbol
puertorriqueño del presente está dejando de ser una práctica desinteresada y
lúdica para asumir el carácter de una práctica sujeta a modernos procesos de
comercialización, transnacionalización e hipermediatización. Pero, para llegar
al tiempo presente el fútbol puertorriqueño tuvo que recorrer un camino lleno
de desencuentros entre sus directivos y de choques con las autoridades
gubernamentales, que no entendieron o no quisieron entender el potencial que
tenía y continúa teniendo para la juventud puertorriqueña.
Este
segundo Tomo de Fútbol Puertorriqueño: Crónica de alegrías, sueños y
desencantos (1950-1970) constituye un detallado relato de la sobrevivencia de
un deporte en lucha por ser mirado con respeto por quienes lo desestiman. Este
segundo Tomo trata de la historia de esa pugna del fútbol por lograr su
popularización y masificación a partir de los años 50, la cual permitirá
refrescar en la memoria de muchos, las historias de las que fueron
protagonistas y testigos, y a los más jóvenes acercarlos a una época que no
vivieron y de la que apenas tienen nociones.
De los cambios ocurridos en nuestro fútbol
durante los años de 1950 al 1970, es de lo que trata el libro. Los capítulos
que lo integran son el fruto de muchas horas de investigación en archivos y en
colecciones privadas y el resultado de largas horas de conversaciones y
entrevistas con algunos de los más destacados protagonistas del fútbol de esa
época.
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